|  En noviembre, en Miami (ALCA) y en Bruselas (UE) -incluso en septiembre 
        en Cancún (OMC)-, ojos expertos intentarán apreciar signos 
        claros sobre una nueva etapa del Mercosur. Son instancias ministeriales 
        donde los participantes tienen experiencia en distinguir retórica 
        y promesas de compromisos concretos y exigibles. No son espacios para 
        ejercicios de diplomacia mediática o de efectos especiales. Según 
        sea la calidad de los indicadores de consistencia que el Mercosur ofrezca, 
        tendrá efecto su aspiración de presentarse como una región 
        organizada, de la misma categoría -al menos en su proyección 
        futura- que el Nafta y la UE.  La voluntad política de potenciar el Mercosur parece firme. Cabe 
        ahora observar cómo ella se traduce en definiciones metodológicas 
        realistas y sólidas. Algunas tendrán que ser heterodoxas 
        (por ejemplo, en relación con el arancel externo común), 
        pero consistentes con la racionalidad económica -y política- 
        y con las reglas de la OMC (cláusula de habilitación y artículo 
        24° del GATT-1994). Brasil ha avanzado su iniciativa "objetivo 
        2006" ( www.mercosul.gov.br/textos 
        ). Tiene el mérito de estimular un debate público intenso 
        y participativo. Merecería una reunión especial del Foro 
        Consultivo Económico y Social. Tiene el defecto de pretender abarcar 
        mucho. Ello induce a dispersión y pérdida de foco. Incluso 
        cuestiones claves como la flexibilización en caso de disparidades 
        cambiarias significativas no están mencionadas y otras sólo 
        tienen una referencia superficial, como la de la acumulación de 
        reglas de juego de dudosa calidad, que no completan su ciclo de perfeccionamiento 
        o no se cumplen.  El debate sobre el Mercosur ganaría foco si se concentrara prioritariamente 
        en dos cuestiones. Ellas permitirían ganancias de credibilidad 
        en los mencionados foros negociadores. E incluso en nuestras opiniones 
        públicas. La primera es la del alcance y modalidades de la preferencia 
        económica entre los socios, en bienes como en servicios. La segunda 
        es la de la calidad institucional. Las dos sumadas darían sustento 
        a iniciativas de transformación productiva conjunta y facilitarían 
        una articulación más profunda con Chile. El presidente chileno, 
        Ricardo Lagos, ha avanzado en propuestas atractivas (LA NACION, 17 de 
        julio 2003).  También facilitaría el debate público sobre la construcción 
        del Mercosur si se efectúa en la perspectiva de los resultados 
        acumulados en los últimos años para las empresas y el comercio 
        exterior, y no sólo en la de problemas coyunturales. Dos estudios 
        recientes tienen tal perspectiva. Uno es del Instituto de Investigación 
        Económica Aplicada (IPEA, en sus siglas en portugués) "Aspectos 
        microeconómicos del Mercosur", de Sérvulo Moreira. 
        El otro de la Cepal, de Edgardo 
        Figueroa y Federico Villalpando. Su lectura es recomendable. |