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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 12 de enero de 1994

Cuestiones prioritarias para negociar este año


El Mercosur tiene sentido en la medida que se lo perciba como un proyecto de largo plazo, con profundo alcance estratégico y político. No puede quedar aislado del amplio espectro del relacionamiento recíproco entre nuestros países, en todos los campos, y de sus respectivas visiones sobre los desafíos y oportunidades del mundo del siglo XXI.

Es fundamental entonces preservar su naturaleza política. De ahí la trascendencia de las reuniones presidenciales periódicas. El hecho que se haya invitado a participar en la cumbre de Montevideo al presidente Aylwin y al presidente electo Eduardo Frei refleja la voluntad política de impulsarlo, con firmeza, en la orientación estratégica, flexibilidad y pragmatismo en la instrumentación.

Los objetivos perseguidos en la etapa de transición del Mercosur serán sin duda logrados hacia fines de 1994. El aumento espectacular del comercio; el posicionamiento de numerosas empresas en función del mercado ampliado; el cumplimiento del programa de liberación comercial son indicadores del éxito ya alcanzado.

Corresponde ahora preparar el diseño estratégico y las reglas de juego para la etapa que se iniciará en 1995. Las orientaciones políticas para las negociaciones deberían surgir de la cumbre de Montevideo. Cuando los presidentes y sus ministros vuelvan a reunirse en la Argentina a mitad de este año deberían aprobarse las decisiones y demás instrumentos jurídicos necesarios para que los operadores económicos sepan a qué atenerse a partir de 1995.

A nuestro país le corresponderá coordinar a los órganos del Mercosur en el primer semestre de este año. Ello brinda una excelente oportunidad para que Gobierno y sector privado impulsen iniciativas, que permitan construir gradualmente a partir de 1995, un mercado común concebido con realismo y adaptado a las nuevas exigencias de la competencia económica internacional. Sólo así será atractivo para los inversores locales y extranjeros. El hecho de que el presidente Menem haya demostrado un fuerte compromiso personal con el éxito del Mercosur crea un clima político óptimo para los negociadores argentinos. La naturaleza multipartidaria del apoyo a la integración, demostrada también plenamente durante el gobierno de Alfonsín, refuerza esta realidad política favorable.

Creo que cuatro cuestiones son en adelante prioritarias. Deberían estar estrechamente vinculadas en las negociaciones de este año. No hacerlo, significaría entrar en la etapa definitiva de la construcción del Mercosur con bases endebles y con un alto riesgo de fracasos costosos, económicos y políticos.

La primera cuestión es la de asegurar, con garantías jurídicas y políticas sólidas, que efectivamente los socios se comprometan a respetar el acceso irrestricto a sus respectivos mercados. Esta es la esencia misma de la Unión Europea y del Nafta. Fue lo que no se logró en la Alalc  ni en la Aladi. Si el acceso a los respectivos mercados queda librado al arbitrio de actos unilaterales de cada socio, el Mercosur como promotor de inversiones y de modernización industrial perdería buena parte de su valor estratégico.

La segunda cuestión es la de nivelar el campo de juego para la competencia económica. Esta cuestión será crucial en los primeros años de la próxima etapa del Mercosur, pues demandará aún un tiempo lograr un grado satisfactorio de coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales. A tal fin sería necesario aprobar en el Consejo del Mercosur (que tiene plenas facultades en la materia) un régimen de competencia económica, que permita neutralizar las distorsiones originadas en actos gubernamentales y en prácticas empresarias. Pero más importante aun será la aprobación de válvulas de escapes temporales, flexibles y de aplicación rápida, que permitan proteger la producción perjudicada por desniveles artificiales del campo de juego.

La tercera cuestión es la institucional. No se trata de reproducir en el Mercosur las estructuras comunitarias europeas. Se trata, en cambio; de dotarlo de un mínimo de instancias imparciales que permitan arbitrar intereses nacionales contrapuestos en la preparación y aplicación de las reglas de juego, especialmente las relacionadas con el acceso a los mercados, con la nivelación del campo de juego y con el arancel común (por ej. sus modificaciones). La cuarta cuestión es la del perfil externo del Mercosur. En primer lugar, está el tema del perfeccionamiento del arancel común y de las negociaciones comerciales internacionales. Cuando finalice el período de transición quedará mucho aún para negociar y decidir en esta materia, Es preferible que así sea y no cristalizar instrumentos y políticas originados en circunstancias poco propicias, en particular como consecuencia de la inestabilidad macroeconómica de Brasil. En segundo lugar está el tema del relacionamiento del Mercosur con los bloques económicos. Una prioridad sería avanzar en las consultas y negociaciones con los Estados Unidos en el marco del 4 + 1. Tres objetivos deberían ser privilegiados: a) ampliarlo con la participación de Chile, en un 5 + 7, primer paso hacia su posterior participación plena en el Mercosur; b) centrar la acción en el acceso efectivo a los mercado más que en lo arancelario, así como en la calidad de las políticas y regulaciones que inciden en las decisiones de inversión, y c) integrar a Canadá y México en un 5 + 3.

Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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