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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 19 de diciembre de 1994

Cuarto espacio económico mundial: La nueva etapa se hace realidad


Hay sobrados motivos para festejar: en gran medida se han cumplido los objetivos originalmente fijados para el Mercosur. El cuarto espacio económico mundial comienza a ser una realidad. Tres han sido los principales factores motores en la primera etapa: a) la constante voluntad política de los presidentes; b) la necesidad de adecuarse a la tendencia a la regionalización de la economía mundial, y c) la apertura económica de la Argentina y del Brasil. Apertura comercial y proximidad física se han potenciado recíprocamente incidiendo en el espectacular crecimiento del comercio recíproco. Quizás esta explosión comercial se habría producido de todas formas sin el Mercosur. Pero éste contribuyó a generar las expectativas de un clima de mayor previsibilidad y descreciente disciplina económica colectiva, fundamental para las decisiones de inversión de las empresas.

Pero no hay motivos para una actitud de complacencia. En cierta forma se ha cubierto la etapa más fácil. Ahora comienza lo complejo: a) por parte de los gobiernos, mantener el envión político inicial, y desarrollar reglas de juego que aseguren la efectividad en el acceso irrestricto a los respectivos mercados y la eliminación de muchas asimetrías artificiales que aún subsisten; b) por parte de las empresas, alcanzar el grado de eficiencia operativa y la calidad de su posicionamiento estratégico, necesarios para competir en mercados abiertos. La amplitud de las excepciones que se plasmaron en Ouro Preto no es necesariamente estimulante: puede estar indicando, sea la percepción de que subsisten asimetrías que hay que eliminar, sea la falta de profundidad del ajuste empresario necesario para competir.

La buena noticia es que la nueva etapa se inicia con signos promisorios; se ha adquirido experiencia sobre cómo negociar; se mantiene firma la voluntad política; la economía mundial ha entrado en un ciclo expansivo; la tendencia es aprofundizar el regionalismo abierto y a desarrollar redes de acuerdos de libre comercio y, sobre todo, se han afirmado expectativas de un fuerte crecimiento de la economía brasileña y de sus importaciones.

En 1995 se inician nuevds ciclos gubernamentales en el Mercosur. Surge entonces la oportunidad de consolidar lo adquirido y de profundizar la integración, reafirmando la idea estratégica original: en un clima de democracia y equidad social, potenciar los esfuerzos nacionales de transformación productiva y de inserción competitiva en la economía global.

Las prioridades inmediatas deberían incluir las siguientes cuestiones: a) mayor seguridad jurídica, para que las reglas de juego sean efectivas y puedan ser tomadas en serio por los inversores; b) calidad institucional, para asegurar una creciente disciplina económica colectiva y la preservación de un cuadro de ganancia mutua de todos los socios; c) trabajo conjunto gobiernos-empresas a nivel sectorial, para multiplicar las alianzas empresarias para la reconversión productiva y la penetración de terceros mercados, y d) negociaciones para extender la fluidez y certeza en el acceso a otros mercados, comenzando por el ámbito sudamericano -especialmente Chile-, de las Américas -especialmente el NAFTA- y transatlántico -la Unión Europea-.

El norte permanente del Mercosur debería ser siempre adquirir crecientes niveles de competitividad en los exigentes mercados del Norte. Sobre todo por la incorporación de valor agregado intelectual a la producción y comercialización. Para ello debe ahora trascender lo comercial: aunque en este plano es mucha lo que falta aún hacer, como lo demuestra por ejemplo el embotellamiento en las aduanas. Pero sí el sustento real provendrá del plano estratégico y político. Los cambios en el Brasil ofrecen una oportunidad única. Incluso para avanzar hacia una mayor colaboración en materia de política exterior y de defensa. La nueva etapa debe apuntar además a la plena participación de la sociedad civil; para ello es fundamental tratar en común la cuestión social y el potenciamiento de los recursos humanos. Debe ser además un Mercosur de "geometría variable", en el que el espacio de trabajo en común para cuestiones específicas se extienda a otros países vecinos. En tal sentido -más allá de lo arancelario- el transporte, la interconexión física y la fluida conexión Atlántico-Pacífico; las redes de gasoductos y de interconexiones eléctricas, y la obsesión por la calidad y la productividad deberían ser áreas de concentración. Chile, Bolivia y Perú son los socios naturales para esta dimensión trans-Mercosur.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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