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  Félix Peña

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  Revista Mercado Eléctrico | Octubre de 1995

Sentido estratégico y contenido de una alianza transatlántica entre el Mercosur y la Unión Europea


 

En diciembre de 1995, en Madrid, una primera Cumbre de la Unión Europea y el Mercosur sería la ocasión para la firma solemne, al más alto nivel político, de un acuerdo-marco interregional de cooperación económica y comercial, que se espera que constituya un paso hacia la más ambiciosa idea de una alianza transatlántica, económica y política, basada en intereses comunes, un concepto similar del sentido de la integración económica, la reciprocidad y el libre comercio.

El objetivo de este informe, que se transcriben los párrafos considerados más significativos de la primera de dos partes en que se dividió su publicación, es colocar esta idea en el marco más amplio de la evolución del Mercosur -concebido como un proyecto de transformación productiva y social conjunta- y de su proyección internacional, examinando luego, en tal perspectiva, el sentido estratégico y el contenido del acuerdo-marco interregional, visualizado como paso preparatorio de una alianza económica y política con la Unión Europea.


La larga marcha hacia un mercado común del Sur americano

Durante los últimos diez años (1986-1995), la Argentina y el Brasil, primero y luego, junto con el Paraguay y el Uruguay, han recorrido una parte importante de lo que será una larga marcha hacia la integración de sus economías en un amplio mercado común. En enero de 1995, se ha iniciado una nueva fase de esa marcha con el establecimiento formal de la unión aduanera prevista en el Tratado de Asunción (1991).

Desde su origen la motivación política ha sido entonces clara. La idea de trabajar juntas las dos grandes naciones del sur americano, para crear un amplio espacio común de democracia y de modernización económica, se encarna luego en los entendimientos entre los gobiernos de los Presidentes Alfonsín y Sarney -Declaración de Iguazú (1985) y Programa de Integración y Cooperación entre la Argentina y el Brasil (PICAB) (1986)- y entre los Presidentes Menem y Collor de Meló, continuados con el Presidente Itamar Franco que dan lugar, a partir del Acta de Buenos Aires (1990), al Acuerdo de Complementación Económica -ACE 14-(1990) y finalmente, a la creación del Mercosur (1991), ya con la participación del Paraguay y del Uruguay.

Los resultados alcanzados

    a. El comercio recíproco entre la Argentina y el Brasil, se multiplicó por ocho 1985 y 1994, y el intra-Mercosur, se duplicó entre 1991 y 1994;

    b. En el caso de la Argentina el intercambio con el Mercosur ha alcanzado en 1994 un 25% de su intercambio global, cuando al comienzo en 1985 era de sólo el 11%; en el caso del Brasil el intercambio con el Mercosur alcanzó un 12% del total, siendo de sólo 4% cuando comenzó el proceso;

    c. Se han eliminado los gravámenes aplicados al comercio recíproco, salvo para un reducido número de productos incluidos en las listas de adecuación final al programa de liberación comercial, los que estarán completamente desgravados en 1999 (en el caso de la Argentina y el Brasil), y para los sectores automotriz y azucarero, que mantienen aún un régimen especial; también se han eliminado la mayoría de las restricciones no arancelarias;

    d. Se ha establecido la unión aduanera con un arancel externo común ya aplicable a una parte sustancial de los productos de la nomenclatura y con un número limitado de productos incluidos en listas de excepción, pero con una convergencia programada hacia el AEC en un plazo de cuatro años. También se han previsto regímenes de convergencia especial para los bienes de capital, y los de informática y telecomunicaciones;

    e. Un número creciente de empresas está invirtiendo y se está organizando para competir en el mercado ampliado, asumiendo como un hecho la irreversibilidad de la integración económica. En muchos casos se trata de empresas medianas y pequeñas, que han entablado alianzas estratégicas, incluso transfronterizas, para producir para el área Mercosur (Embajada Argentina en Brasil, 1994).

    f. Ha aumentado la credibilidad, tanto en los socios como en el plano internacional, en que a pesar de muchos fracasos anteriores, esta vez es factible que los objetivos del Mercosur se logren.

A pesar de las dificultades enfrentadas, en ningún momento los socios perdieron la afinidad derivada de la existencia de objetivos y valores compartidos. El pacto de integración se mantuvo pues los socios se percibían con similitudes básicas ("like-minded countries"), tanto en cuestiones fundamentales de la vida política -afirmación de la democracia- como de la vida económica -necesidad de lograr una liberación de energías productivas privadas, a fin de superar la obsolescencia tecnológica, en base a la apertura y desregulación de las respectivas economías.

La metodología empleada para integrar los mercados durante el período de transición del Mercosur, fue heterodoxa y sumamente práctica. Se introdujo un solo elemento no negociable, que fue el programa de liberación comercial. Su carácter automático permitió sortear las presiones proteccionistas que, siguiendo la vieja práctica de la ALAC-ALADI, buscaban superar dificultades de adaptación a las nuevas condiciones de competitividad creadas por la apertura al comercio intra-regional, a través de la prórroga de plazos. Pero dentro de la rigidez del programa de liberación comercial, los socios demostraron un gran sentido práctico, aceptando con flexibilidad medidas que fueron necesarias para contrarrestar, los efectos de asimetrías macroeconómicas, como lo puso de manifiesto, por ejemplo, la actitud del Brasil de aceptar en 1992 el aumento de la tasa de estadística de la Argentina -que según el Tratado de Asunción no podría haber superado el 3%-, y la actitud de la Argentina de no presionar -durante los meses críticos de alta inflación en el Brasil, entre mediados de 1992 y mediados de 1994- para correlacionar la apertura comercial recíproca con avances en el campo de coordinación de las políticas macroeconómicas.

El inicio de la nueva etapa del Mercosur

La nueva etapa del Mercosur se inició en enero de 1995, con una mezcla de signos auspiciosos y de nuevas dificultades.

Signos auspiciosos han sido, por un lado, el hecho que se cumplieran con los objetivos de la etapa de transición, en cuanto a la apertura del comercio intraregional y al establecimiento de la unión aduanera, y por el otro, el que la economía mundial ha entado en un período de crecimiento, que se manifiesta en el aumento del comercio mundial durante 1994 y en las expectativas de crecimiento de las economías más industrializadas.

Nuevas dificultades derivan a su vez, por un lado, del impacto que ha tenido en las economías de la Argentina y del Brasil, la reversión de los flujos de financiamiento externo hacia. la región, puesto de manifiesto a partir de la devaluación del peso mexicano, en diciembre de 1994, y por el otro, de las complejidades propias de la necesidad de profundizar la disciplina económica y comercial entre los socios, consecuencia lógica del establecimiento de la unión aduanera.

En el primer cuatrimestre de 1995, el llamado "efecto tequila" se manifiesta en el funcionamiento del Mercosur, acentuando el pragmatismo en relación al arancel externo común y sus eventuales modificaciones, y acentuando el reflejo ya manifiesto en la etapa de transición, de contemplar los requerimientos coyunturales de las respectivas políticas económicas. Frente a la crisis financiera una vez más los gobiernos evidencian que el Mercosur sólo es viable en la medida que sea la consecuencia de los esfuerzos internos por estabilizar las economías nacionales. Pero los acontecimientos de los cuatro primeros meses del año, también permiten evidenciar que la llamada "marca Mercosur", contribuye a diferenciar las realidades económicas y políticas del sur americano de las de México, erosionando los fundamentos de la percepción externa de una realidad latinoamericana homogénea.

Dos serán los ejes centrales de la construcción del Mercosur en la nueva etapa. Ambos tienen una directa relación con la cuestión central que nos preocupa, que es el de las relaciones entre la Unión Europea y el Mercosur.

El primer eje es el de la consolidación de lo ya adquirido y el de su profundización. El segundo eje es el de la proyección internacional del Mercosur.

La proyección internacional del Mercosur

El acceso fluido y garantizado a un mercado de doscientos millones de consumidores no sería suficiente para el esfuerzo de competitividad global de las empresas que operan en el Mercosur. Tampoco lo es para atraer inversores y competidores globales.

La idea central debería ser la de ir creando, a través de sucesivos círculos concéntricos, un "hábitat" de competitividad sistémica y sector cada vez más amplio, en beneficio de la transformación productiva y de la competitividad para las empresas que operan -o desean operar- a escala global y regional, desde los mercados de los respectivos socios.

En tal perspectiva la agenda para la proyección internacional del Mercosur, será en los próximos años muy amplia. Una primera prioridad es la de asegurar que los acuerdos de la Rueda Uruguay penetren efectivamente en la realidad. Siendo los socios principales del Mercosur "global traders", con intereses comerciales muy diversificados (Thorstensen, 1994), el escenario óptimo sería el de una consolidación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) como eje de un amplio proceso de liberación del comercio mundial y de eliminación de las restricciones al acceso a los mercados, especialmente de aquellas que afectan al comercio de productos agrícolas y las que resultan de las medidas discriminatorias unilaterales que pueden aplicar más fácilmente los países con mayores mercados. El apoyo a la OMC, incluyendo su nuevo mecanismo de solución de controversias, es entonces vital para los socios del Mercosur. También lo es lograr un disciplina-miento colectivo de los múltiples acuerdos preferenciales regionales -incluyendo por cierto al NAFTA, la Unión Europea y al propio Mercosur-.

Una segunda prioridad, es la de la ampliar el espacio económico abierto por el Mercosur a las otras naciones sudamericanas pertenecientes a la ALADI, a partir de la propuesta que originalmente planteara el Brasil, de un área sudamericana de libre comercio. Antes de julio de 1995 se habrán concluido los acuerdos de libre comercio entre el Mercosur y Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, permitiendo una extensión de la preferencia intra-Mercosur a una parte sustancial del comercio recíproco. Un capítulo especial lo constituye el de la negociación con Chile, en la medida que la idea sea la de ir más allá de una zona de libre comercio, estableciendo un vínculo asociativo formal más estrecho. El escenario óptimo sería el de la incorporación plena de Chile al Mercosur. Esta fue siempre la idea de los cuatro socios. Este debería ser el resultado natural de la asociación de Chile al Mercosur.

Una tercera prioridad la constituye la vinculación con los espacios económicos integrados del mundo industrializado, comenzando por el NAFTA y la Unión Europea, y luego el Japón y el Sudeste Asiático. Con estas áreas el Mercosur tiene concentrado la mitad de su comercio exterior. Y es con estas áreas en las que se concentran los flujos de capital y de tecnología.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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