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  Félix Peña

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  Diario El Cronista | 26 de agosto de 2008

¿Es aún posible un acuerdo Mercosur-Unión Europea?


 

Habrá que ver si los negociadores de ambos lados tienen suficiente oxígeno político para sortear obstáculos. El problema es que ellos son similares a los que explican el fracaso ministerial en Ginebra.

Aún hay signos de vida. Pero a pesar de esfuerzos que se observan en tal dirección, no será fácil reanimar en plazos cortos las negociaciones en la OMC. Lo imprevisto sin embargo puede cambiar el curso de los acontecimientos. Ya ocurrió en el 2001 en el camino que condujo a Doha.

Con la Rueda Doha en el limbo, se está reactivando la idea de concluir un acuerdo del Mercosur con la Unión Europea. Lo confirmó el Canciller Amorim, cuando explicó en el Parlamento del Mercosur los objetivos del Brasil en este semestre de su Presidencia pro-tempore.

¿Es ello posible? En teoría sí. En la práctica habrá que ver si los negociadores de ambos lados tienen suficiente oxígeno político para sortear obstáculos que aún están en pie. El problema es que ellos son similares a los que explican el fracaso ministerial en Ginebra. Tienen que ver básicamente con el equilibrio entre lo que efectivamente se recibe y lo que se tiene que otorgar, por un lado en los productos agrícolas (acceso a mercados y subsidios) y por el otro en los industriales. El hecho que en Ginebra, Argentina y Brasil no coincidieran en su apreciación de tal equilibrio, no es un dato menor para un eventual relanzamiento de las negociaciones bi-regionales.

En realidad, el estancamiento de la Rueda Doha tiene también mucho que ver con percepciones en el frente interno de algunos países sobre el equilibrio entre costos y beneficios del resultado de las negociaciones. Cuánto menos nítidos y de más largo plazo sean los eventuales beneficios, más resistencia habrá a efectuar concesiones que podrían tener costos políticos inmediatos.

Alcanzar esos puntos de equilibrio parece ser el gran desafío para las negociaciones bi-regionales. Es quizás por ello que, más allá de las declaraciones propias de las diplomacias mediáticas, no se observan claros incentivos para encarrilarlas hacia su conclusión. En tal caso, su hibernación sería para ambas partes más conveniente que los hipotéticos resultados que pudieran lograrse.

Del lado europeo, otros incentivos para negociar han disminuido. Por un lado, tienen la percepción que el Mercosur dista de ser lo que habían imaginado y que debe aún superar problemas internos que afectan su credibilidad. El que el Canciller Amorim haya reiterado la prioridad de eliminar el doble cobro del arancel externo, aprobar el Código Aduanero y fortalecer la Secretaría Técnica, contribuiría a disminuir su déficit de credibilidad. Pero sólo en la medida que ello se concrete, ya que tal objetivo se había anunciado en otras oportunidades. Por otro lado, no tienen hoy el incentivo de evitar desplazamientos de sus corrientes de comercio e inversiones que resultarían de un acuerdo preferencial entre el Mercosur y los Estados Unidos. Tal perspectiva ha desaparecido del horizonte, al menos por el momento.

Del lado del Mercosur, resulta difícil imaginar que en una negociación bi-regional pueda obtenerse lo que no se ha logrado hasta ahora de los europeos en la Rueda Doha. Y la opción de un acuerdo menos ambicioso que el imaginado no ha sido aún incorporada en la estrategia negociadora.

La tentación a preservar el status-quo en las negociaciones bi-regionales puede ser entonces muy grande. El problema es que ello estimularía estrategias bilaterales, como la reflejada en la alianza estratégica del Brasil con la Unión Europea. No incluye elementos preferenciales. Pero aún así podría acentuar el predominio de fuerzas centrífugas que erosionen la idea de un Mercosur concebido como plataforma para negociar y competir a escala global.

Sin perjuicio de lo que se intente para relanzar las negociaciones bi-regionales, una opción sería utilizar todo el potencial del instrumental plasmado en el Acuerdo Marco de Cooperación Mercosur-UE celebrado en Madrid en 1995. Está aun vigente y contiene hojas de ruta que, de utilizarse plenamente, permitirían avanzar con pragmatismo en las relaciones económicas bi-regionales.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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