¿Qué país puede tener mayor potencial para aspirar
a un papel protagónico y de liderazgo en el espacio sudamericano?
Es una pregunta que cobra actualidad en un contexto regional marcado,
entre otros factores, por la crisis global, el cambio de interlocutores
y de enfoques en Washington, y la creciente presencia de China.
Para responder es conveniente distinguir los conceptos de relevancia,
protagonismo y liderazgo. La relevancia refleja el grado de gravitación
(poder, recursos, mercado, influencia, prestigio) que un país tiene
para definir la forma en que se encaren cuestiones importantes de la agenda
regional. No se lo puede dejar de tener en cuenta al encararse una situación
concreta, ya que se tornaría difícil articular soluciones
sin su participación. El protagonismo implica que un país,
especialmente si es relevante, procure tener una presencia activa en el
abordaje de las cuestiones importantes. A veces, sin embargo, puede ser
una presencia activa más mediática que real, destinada incluso
a magnificar su relevancia. Finalmente, el liderazgo implica que un país
relevante que opte por ser un protagonista activo, aporte, en relación
a algunas o todas las cuestiones importantes, una visión estratégica
y propuestas aceptables para los otros países involucrados.
El liderazgo en el espacio sudamericano resultaría, en tal perspectiva,
de la vocación y posibilidad que tiene un país de contribuir,
con iniciativas razonables, al predominio de la idea de un trabajo conjunto
a fin de formular respuestas colectivas a cuestiones cruciales que hacen
a la gobernabilidad regional. Se manifestará entonces en la capacidad
que tenga un país con condiciones de protagonista relevante de
procurar, a tal efecto, la articulación de intereses nacionales
eventualmente divergentes de países involucrados en una determinada
cuestión.
Por su dimensión, Brasil puede tener mayor responsabilidad e incluso
potencial para influenciar sobre realidades regionales. El reconocimiento
de los progresos que ha experimentado en los últimos años
y el hecho que sea la principal economía sudamericana, acrecientan
la percepción externa sobre el papel relevante que le cabe desempeñar.
Se observa, en tal sentido, una cierta tendencia a atribuirle la condición
de interlocutor privilegiado, una especie de país ancla de la estabilidad
regional.
Pero dados la diversidad de situaciones y de enfoques, la densidad creciente
de las interacciones y el carácter multipolar del espacio sudamericano,
el liderazgo regional sólo podría ser la resultante del
protagonismo activo de varios países relevantes. En efecto, en
el complejo mosaico sudamericano, son varios los otros protagonistas relevantes
con vocación de liderazgo. Y son muchas las opciones para encarar
coaliciones de geometría variable funcionales al tipo de cuestión
que deba abordarse.
Un fuerte desafío para Brasil será entonces demostrar que
puede acordar iniciativas con otros protagonistas relevantes, como son,
especialmente, por su peso propio, Argentina, Chile, Colombia, Perú
y Venezuela. Sin una articulación de intereses entre diversos protagonistas
relevantes, sería difícil imaginar el ejercicio de un liderazgo
regional eficaz.
El que aspire a tener protagonismo y liderazgo de alcance sudamericano,
tendrá que tener en cuenta además la gravitación
de Estados Unidos y México en la región, como asimismo,
la de países de la Unión Europea y, crecientemente, la de
China. En cuestiones importantes de la agenda sudamericana, tienen también
condiciones para un protagonismo relevante.
La gobernabilidad regional, en términos de predominio de la paz
y la estabilidad política, requerirá en el futuro lograr
puntos de equilibrio entre todos los intereses en juego. Ello implicará
capacidad y voluntad de articulación. Es el gran desafío
para cualquier país que aspire a ser percibido como protagonista
con potencial de irradiar efectos de liderazgo sudamericano.
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